Las rañas son amplias planicies de origen sedimentario, en forma de meseta debido al gran encajamiento de la red fluvial actual. Sus materiales están constituidos por fanglomerados, poco o nada cementados, que se disponen como inmensos abanicos aluviales o “coladas” en forma de lengua (ver también las rañas de Cañamero).
Si observamos un corte transversal (por ejemplo, en las trincheras de la carretera) veremos que estos fanglomerados está formados por cantos, a veces bloques, generalmente de cuarcitas, subredondeados y englobados en el seno de una matriz arcilloso-arenosa de color rojizo-amarillento. El espesor es de varios metros, llegando incluso a una decena de metros, disponiéndose discordantes sobre los materiales del basamento Ediacárico-Cámbrico (Grupo Ibor).
Tienen un origen fluvio-torrencial. Es decir, son el resultado del transporte de materiales arrastrados violentamente por aguas sin encauzar y depositados en las proximidades de las sierras cuarcíticas en un tiempo impreciso, entre el final del periodo Plioceno e inicios del Cuaternario, hace aproximadamente unos tres millones de años, a causa de los movimientos tectónicos producidos durante la última fase de la orogenia Alpina y de la climatología (con cambios bruscos de temperatura y fuertes tormentas), que erosionaron las rocas más elevadas tras esos movimientos tectónicos.
Los materiales rodados de las rañas proceden de los materiales más resistentes, siendo los de cuarcita los más abundantes. Sin embargo, las deleznables lutitas y grauvacas se deshacen para formar la matriz arcillo-arenosa.
Las rañas constituyen una importante imagen de la historia geológica más reciente de Las Villuercas. Nos hablan de la importancia de los fenómenos erosivos y sedimentarios que modelaron el relieve a finales del Terciario. También de la energía necesaria para romper y transportar billones de metros cúbicos de materiales para depositarlos en las estribaciones de este macizo montañoso, dejando como resultado los magníficos valles que lo conforman.