23-LA IGLESIA DE SAN PEDRO DE VILLAR DEL PEDROSO

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Situada a una jornada a pie de Guadalupe, Villar del Pedroso era parada obligada para los peregrinos que llegaban al real santuario desde el norte. Por ello, el viejo templo consagrado a San Pedro Apóstol, que ya existía en el siglo XIII, se ganó el favor de lugareños y forasteros, ampliándose y enriqueciendo su patrimonio. Gracias a ello hoy podemos contemplar una magnífica expresión del arte del retablo a lo largo de diversas épocas y materiales.

El edificio, tal y como se conoce hoy, es fruto de la reedificación de inicios del siglo XVI. De la estructura primitiva quedan solo los restos de la espadaña que se pueden ver en la torre de la iglesia. El resto de la configuración del templo tendría su origen en la remodelación posterior, siguiendo el esquema típico del reinado de los Reyes Católicos: capilla mayor poligonal y coro en alto. El espacio interior de la iglesia está dividido en tres naves, sin crucero, de las cuales la central es mucho mayor que las dos laterales. La capilla mayor está cubierta con bóvedas de crucería, en la central con terceletes -nervios de las bóvedas complejas, típicos del gótico tardío- y en las laterales con crucería simple. Anejas a la capilla mayor existen dos sacristías.

Uno de los tesoros artísticos que alberga esta iglesia son sus retablos, datados entre los siglos XVI a XVIII. De entre ellos destaca el retablo mayor, en la cabecera, encargado en 1557 a artesanos de Toledo. Es de estilo plateresco y entre su rica iconografía destacan escenas del nacimiento, vida, martirio y resurrección de Jesús; 16 santos y virtudes, 4 doctores de la Iglesia y un primer cuerpo central dedicado a San Pedro Apóstol. En la epístola (lado derecho de la iglesia mirando al altar) se conserva otro retablo del siglo XVII, con valiosos lienzos de la misma época, además de varias pinturas coetáneas y dos tablas del siglo XVI. Completando el magnífico repertorio artístico de esta iglesia, nos encontramos con otros dos retablos, en esta ocasión del siglo XVIII, decorados con azulejería de Talavera.

En el exterior, llama la atención el aspecto recio de los paramentos levantados con sillares y de los contrafuertes de los muros. Un porche sostenido por tres columnas protege una de las entradas. A los pies del templo -la fachada opuesta a la cabecera- se alza la torre, modesta y austera, posiblemente su elemento más antiguo. En esta fachada, totalmente de sillares, como el conjunto del edificio, se pueden adivinar los restos en ladrillo de una entrada y dos ventanas actualmente cegadas. Posiblemente se trate de los vestigios del acceso a la primitiva iglesia.

La acumulación de patrimonio que reúne hizo que fuese declarada Monumento Nacional.