14-LOS CASTILLOS DE ORIGEN MUSULMÁN Y SUS POBLADOS

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Extremadura fue durante casi toda la Edad Media un territorio eminentemente fronterizo. Ello hizo que existiese una intensa actividad bélica y que las fronteras cambiasen con frecuencia. Testigos de esa época son las numerosas fortalezas que jalonan los puntos más estratégicos del Geoparque Mundial de la UNESCO Villuercas-Ibores-Jara.

Hasta bien entrado el siglo XIII, cuando finaliza la Reconquista, la frontera entre los reinos cristianos y los musulmanes estaba sometida a numerosos cambios, que hacían que esta se situase a veces en las inmediaciones de Córdoba y Sevilla, mientras que otras, se localizase en el valle del Tajo. Ello hizo que, en los lugares más estratégicos, como montes y cerros elevados, se fuesen construyendo estructuras defensivas como alcazabas, fortalezas y castillos. Aunque estas construcciones fueron destruidas y reconstruidas a lo largo de la Reconquista, aún hoy, muchas de ellas siguen alzándose en sus atalayas, protagonizando el paisaje y, muchas veces la toponimia.

Cuando en el siglo XIII el reino de Castilla conquistó a los musulmanes la ciudad de Trujillo, también recuperó sus territorios, que pasaron a ser tierras de realengo, entre los que se encontraba Logrosán. Una de las fortalezas musulmanas de esta zona era la que se asentaba sobre el cerro de San Cristóbal de esta localidad. De ella aún quedan restos del hisn (castillo), así como de un poblado árabe alrededor.

Otra de las fortificaciones musulmanas del Geoparque es la de Cañamero. Situada en un risco de cuarcitas con antiguos vestigios del calcolítico, se pueden contemplar unas deterioradas ruinas de lo que fue el castillo y algunos fragmentos de los lienzos de muralla. Del mismo modo aún se adivina el aljibe y una torre central. En 1220 la fortaleza ya estaba abandonada y en el siglo XV fue mandada derruir, pues servía de refugio a maleantes que asaltaban a los peregrinos de Guadalupe. Muy cerca existe la llamada cueva de la Mora, evocando el pasado árabe de estos riscos.

En Solana de Cabañas, cerca del Cancho del Reloj, existen restos de otra de estas fortificaciones. En lo más alto de la llamada sierra del Castillejo, como referencia evidente a la antigua construcción, se encuentran los restos de una de ellas construida a cal y canto y un extenso poblado .También en Alía las fuentes escritas mencionan la existencia de una. Documentos del siglo XVI dicen de este castillo «questá a quarto de legua de Halía fue morada antigua de moros y ou dia pareçen edifiçios deçimientos y casares asiento de pueblo y planta de árboles…». En los interrogatorios de la Real Audiencia de 1792 ya se responde negativamente ante la pregunta por la existencia de castillos en Alía. Sus vestigios se hallan en el monte de Santa Catalina, junto al que se alza la localidad. En dicho lugar, desde el que se domina buena parte del valle del Jaligüela, existen numerosos restos dispersos, tanto de construcciones, como de cerámica y grabados rupestres.

El castillo de Espejel se encuentra en Valdelacasa de Tajo. Existen datos de su existencia desde el siglo XII, en el que Alfonso VIII lo dona a la Orden de Santiago, datando su construcción del siglo X. Se trata de un ejemplo muy característico de este tipo de fortalezas, con baluarte central de forma cuadrangular, con torres en las esquinas. Aún se puede contemplar los restos de la barbacana y la coracha. Su construcción fue llevada a cabo a base de granito, argamasa y pizarra. El nombre antiguo de ‘espechel’ indica su función de vigía.

También cercano al Tajo se localiza el castillo de Alija, encaramado en los bloques de granito que custodian la desembocadura del Gualija en el Tajo. Posee una ubicación estratégica privilegiada, pues controlaba el paso de la antigua vía que, por los puentes del Búho y del Conde, llegaba a las llanuras del Campo Arañuelo. Al otro lado del valle estaba la atalaya de Peñaflor, de la que solo quedan restos de la cimentación. Otras fortalezas de origen musulmán que podemos encontrar en el Geoparque son el castillo de Cabañas y el Fuerte de Castros, en Villar del Pedroso. Por su relevancia, cada una de ellas merece un capítulo específico.