Extremadura fue durante casi toda la Edad Media un territorio eminentemente fronterizo. Ello hizo que existiese una intensa actividad bélica y que las fronteras cambiasen con frecuencia. Testigos de esa época son las numerosas fortalezas que jalonan los puntos más estratégicos del Geoparque Mundial de la UNESCO Villuercas-Ibores-Jara.
Hasta bien entrado el siglo XIII, cuando finaliza la Reconquista, la frontera entre los reinos cristianos y los musulmanes estaba sometida a numerosos cambios, que hacían que esta se situase a veces en las inmediaciones de Córdoba y Sevilla, mientras que otras, se localizase en el valle del Tajo. Ello hizo que, en los lugares más estratégicos, como montes y cerros elevados, se fuesen construyendo estructuras defensivas como alcazabas, fortalezas y castillos. Aunque estas construcciones fueron destruidas y reconstruidas a lo largo de la Reconquista, aún hoy, muchas de ellas siguen alzándose en sus atalayas, protagonizando el paisaje y, muchas veces la toponimia.
Cuando en el siglo XIII el reino de Castilla conquistó a los musulmanes la ciudad de Trujillo, también recuperó sus territorios, que pasaron a ser tierras de realengo, entre los que se encontraba Logrosán. Una de las fortalezas musulmanas de esta zona era la que se asentaba sobre el cerro de San Cristóbal de esta localidad. De ella aún quedan restos del hisn (castillo), así como de un poblado árabe alrededor.
Otra de las fortificaciones musulmanas del Geoparque es la de Cañamero. Situada en un risco de cuarcitas con antiguos vestigios del calcolítico, se pueden contemplar unas deterioradas ruinas de lo que fue el castillo y algunos fragmentos de los lienzos de muralla. Del mismo modo aún se adivina el aljibe y una torre central. En 1220 la fortaleza ya estaba abandonada y en el siglo XV fue mandada derruir, pues servía de refugio a maleantes que asaltaban a los peregrinos de Guadalupe. Muy cerca existe la llamada cueva de la Mora, evocando el pasado árabe de estos riscos.