Los castros (poblados fortificados) de Aldeacentenera, Berzocana, Retamosa y Fresnedoso de Ibor son un buen ejemplo de las culturas indígenas de la península ibérica. Ubicados en algunos de los lugares más estratégicos del Geoparque Mundial de la UNESCO Villuercas-Ibores-Jara, se trata de pequeños asentamientos fortificados en los que estos pueblos desarrollaron un modo de vida basado en la agricultura, la ganadería y el comercio. Este tipo de poblamientos perduró hasta poco después de la llegada de la cultura romana.
Antes de que llegasen los romanos a la península ibérica, lo que hoy es Extremadura estaba habitada por diferentes pueblos de organización tribal, que mantenían contactos con otros de la Meseta, Portugal y Sierra Morena e incluso de lugares más lejanos. Estos pueblos se dividían entre los de origen celta y los de origen íbero.Los que habitaban la zona de las Villuercas, Jara e Ibores, eran del primer grupo, concretamente vetones. Otros pueblos celtas asentados en Extremadura fueron los lusitanos, asentados en el oeste de la provincia de Cáceres, y los célticos, que ocupaban el sudoeste de Badajoz. Entre los íberos se encontraban los turdetanos, ocupando el oeste de la provincia pacense y los túrdulos, asentados en el sudeste. El origen de estas culturas se remonta a diez siglos antes de nuestra era. Su ocaso estuvo determinado por la ocupación romana de la península ibérica hacia el siglo II-I a.n.e., aunque algunos poblados pervivieron durante un tiempo bajo la nueva dominación. En la zona del Geoparque podemos contemplar algunos ejemplos de estos castros vetones en los que vivió la población indígena.
Uno de ellos lo encontramos en Aldeacentenera, situado en la finca de la Coraja, a cinco kilómetros del pueblo, datado alrededor del siglo IV a.n.e. El perímetro de este castro se encuentra amurallado y en el interior se ha descubierto un conjunto de viviendas. Un elemento importante de este yacimiento lo constituye el antiguo vertedero del poblado, situado en el exterior de la muralla.