08-LOS CASTROS

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Los castros (poblados fortificados) de Aldeacentenera, Berzocana, Retamosa y Fresnedoso de Ibor son un buen ejemplo de las culturas indígenas de la península ibérica. Ubicados en algunos de los lugares más estratégicos del Geoparque Mundial de la UNESCO Villuercas-Ibores-Jara, se trata de pequeños asentamientos fortificados en los que estos pueblos desarrollaron un modo de vida basado en la agricultura, la ganadería y el comercio. Este tipo de poblamientos perduró hasta poco después de la llegada de la cultura romana.

Antes de que llegasen los romanos a la península ibérica, lo que hoy es Extremadura estaba habitada por diferentes pueblos de organización tribal, que mantenían contactos con otros de la Meseta, Portugal y Sierra Morena e incluso de lugares más lejanos. Estos pueblos se dividían entre los de origen celta y los de origen íbero.Los que habitaban la zona de las Villuercas, Jara e Ibores, eran del primer grupo, concretamente vetones. Otros pueblos celtas asentados en Extremadura fueron los lusitanos, asentados en el oeste de la provincia de Cáceres, y los célticos, que ocupaban el sudoeste de Badajoz. Entre los íberos se encontraban los turdetanos, ocupando el oeste de la provincia pacense y los túrdulos, asentados en el sudeste. El origen de estas culturas se remonta a diez siglos antes de nuestra era. Su ocaso estuvo determinado por la ocupación romana de la península ibérica hacia el siglo II-I a.n.e., aunque algunos poblados pervivieron durante un tiempo bajo la nueva dominación. En la zona del Geoparque podemos contemplar algunos ejemplos de estos castros vetones en los que vivió la población indígena.

Uno de ellos lo encontramos en Aldeacentenera, situado en la finca de la Coraja, a cinco kilómetros del pueblo, datado alrededor del siglo IV a.n.e. El perímetro de este castro se encuentra amurallado y en el interior se ha descubierto un conjunto de viviendas. Un elemento importante de este yacimiento lo constituye el antiguo vertedero del poblado, situado en el exterior de la muralla.

En él se han encontrado abundantes restos de cerámica y metales. Alejado del castro unos quinientos metros se encuentra la necrópolis en la que se han excavado más de 70 tumbas en urnas, algunas con sus ajuares funerarios compuestos por objetos personales y platos. No muy lejos se encuentra el complejo natural El Ejido, en el que se ha construido una réplica de las construcciones celtas del castro, con el objeto de realizar actividades culturales, divulgativas y turísticas.

Otro de los castros más significativos es el de la Dehesilla. Se trata de un asentamiento datado hacia principios de la Edad del Hierro, aunque fue reutilizado en época romana. Se sitúa entre Berzocana y Cabañas del Castillo, en una terraza fluvial de acusada pendiente, junto al río Berzocana, cercano a su confluencia con el Almonte. La orografía de su ubicación suponía una excelente defensa natural, reforzada por la muralla elaborada con rocas que rodea el castro. En algunas de las zonas existe una doble muralla y en el interior del recinto existió un torreón. En el asentamiento se han encontrado numerosos restos de cerámica con una característica decoración basada en círculos concéntricos.

También en Berzocana se encuentra el poblado del Terrero. Uno de sus aspectos más interesantes es que en sus cercanías apareció el ‘Tesoro de Berzocana’, conjunto de dos torques (collares en forma de herradura circular) decoradas de oro macizo de 24 quilates y la pátera (plato o vasija poco profunda) de bronce que al parecer las contuvo. El poblado se localiza en una accidentada zona de canchales y roquedos, entre dos farallones que le sirven de defensa natural. Aún hoy es posible apreciar los restos de numerosas viviendas y los restos de las fortificaciones que rodeaban el castro. Tanto en el yacimiento, como en las laderas cercanas, se han localizado numerosos restos de cerámica, molinos, tejas y otros materiales.

Sin dejar Berzocana, en un cerro entre los arroyos de la Joyuela y Sajorní, se encuentran los restos de otro castro, el conocido como Castrejón. Posiblemente se trate del asentamiento de este tipo que durante más tiempo estuvo habitado de cuantos existen en la zona, pues consta que se mantuvo en uso hasta la Alta Edad Media. En los alrededores hay restos romanos y tumbas visigodas, lo que nos habla del intenso poblamiento de la zona a lo largo de los siglos. El recinto está protegido por dos líneas de murallas precedidas por sendos fosos.

Otros enclaves con restos de esta cultura indígena y de sus vestigios fortificados son los castros de Retamosa y el de Fresnedoso.