La zona englobada en el Geoparque Mundial de la UNESCO Villuercas-Ibores-Jara alberga una importante representación del denominado arte esquemático ibérico, cuya antigüedad se remonta a unos cuatro mil años. Hasta la fecha se han descrito cuarenta y una estaciones de arte rupestre. Algunas de las más destacadas son la Cueva de la Chiquita o de Álvarez, en Cañamero; el Risquillo de Paulino, en Berzocana o el Cancho del Reloj, en Solana de Cabañas.
En buena parte del territorio que hoy conocemos como Extremadura podemos encontrar la huella que dejaron grabada sobre las paredes de roca nuestros antepasados de hace seis milenios. Con colores ocre y negro, plasmaron un universo simbólico, en el que se mezclan figuras esquemáticas de animales, personas, ídolos… y del que no sabemos prácticamente nada.
Este tipo de manifestación tuvo su desarrollo desde el Neolítico final (IV milenio a.n.e.) hasta la Edad del Bronce, llegando en algunos casos hasta los inicios de la Edad del Hierro (I milenio antes de Cristo). Durante esta época se suceden una serie de transformaciones en la vida de las comunidades humanas y se empieza a dar importancia a la propiedad, control y defensa del territorio y de las rutas. Ello queda patente con la proliferación de poblados fortificados. También en esta época se consolidan aspectos que ya surgieron anteriormente, como la sedentarización o la agricultura, y la metalurgia empieza a jugar un papel importante.