Las rañas de Alía, Logrosán y Cañamero, zonas elevadas en forma de meseta, son un importante yacimiento en el que se puede constatar la presencia humana desde el Paleolítico Medio, hace entre cien mil y cuarenta mil años. Uno de los hechos más destacados es que no solo hay vestigios de nuestra especie, sino también de los neandertales. En estas rañas podemos encontrar diversos ‘talleres’ de fabricación de herramientas líticas (de piedra). Básicamente lascas que podían ser utilizadas como raederas, para curtir pieles o, tras numerosos retoques, como puntas de lanza o de flechas.
El registro paleolítico más notable del territorio comprendido en el Geoparque Mundial de la UNESCO Villuerca-Ibores-Jara se ciñe al Paleolítico Medio, hace entre cien mil y cuarenta mil años, bajo el predominio de la tradición lítica musteriense. De hecho, los vestigios en esta zona son exclusivamente líticos, basados en numerosos hallazgos de cantos rodados de cuarcitas tallados. Estos útiles fueron elaborados mediante la denominada talla Levallois. Gracias a esta técnica, se podían obtener varias lascas a partir de un núcleo de cuarcita.
Una de las particularidades de estos hallazgos es que se encuentran sobre las rañas de Alía, Cañamero y Logrosán, al aire libre. Es un contexto muy distinto a las terrazas fluviales, cuevas o abrigos rupestres, en los que tradicionalmente se centraban los estudios de esta época. Otro dato que convierte al yacimiento en excepcional es la presencia constatada de ocupación del territorio por parte, no solo de grupos humanos de nuestra especie, sino también de neandertales.
Las rañas son grandes formaciones sedimentarias. Están constituidas por amplias capas superpuestas de materiales arcillosos, arenosos y cantos rodados de cuarcitas, arrastrados por las aguas fluviales y depositados en estas llanuras o cuencas sedimentarias en las que se ven ahora.