Disponer de hielo todo el año era uno de los grandes retos de nuestros antepasados. La singular construcción del pozo de la Nieve nos muestra, no solo el esfuerzo de ingeniería que hubieron de realizar los jerónimos para poder tener hielo en sus hospitales, sino el eficaz sistema logístico que organizaron para hacerlo posible. Solo ello permitió hacer frente al inverosímil reto -visto desde nuestra perspectiva actual- de disponer de hielo durante los veranos extremeños de hace siglos. El pozo de la Nieve se conserva aún hoy en las cercanías de Guadalupe, en la pista de acceso al Risco de La Villuerca, evocando aquella época en la que disponer de algo tan normal para nosotros como el hielo, era un auténtico lujo.
Los llamados pozos de la nieve ya se construían en la época romana. Consistían básicamente en espaciosos pozos secos que hacían las veces de cámara aislante, para almacenar nieve o hielo durante el invierno y disponer de ellos en el verano. El pozo de la Nieve de Guadalupe fue construido por los monjes jerónimos hacia el siglo XVII para abastecer de hielo al Real Monasterio y a los hospitales que dependían de él. Especialmente importante era su utilización en las investigaciones médicas de la escuela de medicina del monasterio. El hielo era entonces el único método para conservar frescos determinados tipos de alimentos y algunas medicinas.
Situado a una altitud por encima de los 1.300 metros, se garantizaba que el almacén del valioso hielo permaneciese al resguardo de las más altas temperaturas que se alcanzaban durante los meses cálidos en las tierras más bajas. Concretamente, el pozo de la Nieve se localiza en un lugar de confluencia de los términos de Guadalupe, Cañamero y Navezuelas y muy cerca de la linde con los de Alía y Villar del Pedroso, lo que lo convierte en un lugar con mucho significado para los vecinos de esta zona.