34-LA ERMITA DEL HUMILLADERO

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Las penalidades y dificultades del camino se trocan en sensación de júbilo al llegar a este punto, a unos cuatro kilómetros de La Puebla de Guadalupe. Para unos la fatiga se vuelve en deleite al contemplar la belleza y profundidad del paisaje y atisbar, por primera vez, la silueta del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe. Para otros es el momento de agradecer el éxito de la empresa y para ello, en el siglo XV, se levantó la Ermita del Humilladero. Este monumento religioso de reducido tamaño sirvió para que los peregrinos llegados desde el norte, a través del Camino Real, pudiesen hacer un alto para orar, antes de llegar al monasterio. Aún hoy, cinco siglos después, a la vera del camino, esta pequeña joya espera y recibe a los caminantes amantes del arte y del patrimonio.

Varias de las rutas que llegaban a Guadalupe desde el norte confluían en el llamado Camino Real, por donde arribaban al santuario peregrinos de lugares como Madrid, Segovia, El Escorial o Toledo. Cuando este camino llegaba a unos cuatro kilómetros de La Puebla de Guadalupe, en el alto de las Altamiras, los viajeros podían contemplar por primera vez la impresionante estampa del Real Monasterio. Justo en ese lugar se decidió erigir, a principios del siglo XV, la ermita del Humilladero, en la que quienes peregrinaban pudieran rezar y agradecer la conclusión de su viaje sin percances.

Para la construcción de la ermita del Humilladero de Guadalupe, también conocida como de la Santa Cruz, se siguió el mismo patrón utilizado para el templete mudéjar que existe en el claustro del Real Monasterio de Guadalupe, con planta cuadrada, ladrillo aplantillado y decoración gótica.

Como en el templete, se da una peculiar simbiosis entre el estilo mudéjar y el gótico, barajándose la posibilidad de que en su construcción se diese la colaboración entre alarifes cristianos y mudéjares. Uno de los mejores ejemplos de este estilo híbrido es la bóveda de crucería gótica, aunque elaborada con ladrillos apuntillados al más puro estilo mudéjar. En esta bóveda, una clave representa el escudo de Castilla rodeado por cuatro ángeles.

El Humilladero posee unas hermosas proporciones, acentuadas por la repetición de trazas y decoración en cada una de sus portadas, orientadas hacia los cuatro puntos cardinales. Estas cuatro portadas, con arcos carpaneles y ojivales, servían de acceso al reducido interior y actualmente se encuentran cerradas con unas rejas de hierro. Llama la atención la decoración de algunos de los capiteles y ménsulas, en los que aparecen motivos de difícil interpretación, posiblemente inspirados en bestiarios medievales. Algunos se pueden identificar como angelotes, seres mitológicos, personajes con instrumentos musicales, cuadrúpedos y una curiosa figura pagana, definida como el ‘hombre verde’, presente en obras del románico y gótico de toda Europa. Algunos de estos elementos escultóricos son idénticos a otros presentes en la entrada del Monasterio de Guadalupe, aumentando el vínculo entre ambos monumentos.
En el interior de la ermita se ubica una cruz de granito que le dio uno de sus nombres a la ermita. La techumbre, de cuatro aguas, está cubierta por teja árabe y es obra de una de las restauraciones del monumento. En 1931 la ermita del Humilladero fue declarada Monumento Histórico Artístico.