La Granja de Valdefuentes, residencia real y jerónima, se halla casi oculta en los bosques cercanos a Guadalupe. Con pretensiones de palacio, aunque con dimensiones de casona de campo, es uno de los tesoros patrimoniales e históricos escondidos del Geoparque Mundial de la UNESCO Villuercas-Ibores-Jara. Tanto su historia, como su antigüedad o su función original, son casi idénticas a la de la cercana Granja de Mirabel de la que le separa tan solo unos kilómetros. Al igual que aquella fue declarada Monumento Histórico Artístico en 1931 por el Gobierno Provisional de la Segunda República Española. De propiedad privada, en la actualidad no es visitable.
Situada al este de la Granja de Mirabel se encuentra este otro palacio con historia sumamente parecida. Rodeada de naturaleza, cercana al Arroyo Santa Cecilia -a quien está consagrada la capilla de la Granja- y en las inmediaciones de Guadalupe, esta edificación fue construida en el primer tercio del siglo XIV. También fue una de las residencias favoritas de los Reyes Católicos cuando visitaban el Monasterio de Guadalupe, alternando la estancia con la ya mencionada Granja de Mirabel.
Durante mucho tiempo fue propiedad de los monjes jerónimos que la reformaron en sucesivas ocasiones, dando cobijo en sus dependencias no solo a los monarcas, sino también a los nobles que peregrinaban al santuario de la Virgen de Guadalupe. Las obras más importantes fueron entre 1551 y 1554, ordenadas por Felipe II, quien sometió el complejo a una importante remodelación para convertirlo en su residencia eventual. Hay que recordar que ‘el Rey Prudente’ mostró gran predilección por la tranquilidad de estos parajes. Todas estas obras a lo largo de los siglos consiguieron una peculiar mezcla de estilos, entre los que se adivinan elementos góticos, mudéjares y renacentistas y otorgan una curiosa estampa al edificio.