En las estribaciones de La Villuerca, situada entre dos valles y rodeada de frondosos bosques de castaño, se encuentra la Granja de Mirabel, una casa palacio elegida por los Reyes Católicos para su descanso y el de sus hijos. Cervantes, Alfonso XII o Miguel de Unamuno son algunos de los huéspedes célebres de este bucólico enclave, que fue declarado en 1931 Monumento Histórico Artístico. Actualmente solo es posible visitar su capilla el 3 de mayo, con motivo de la romería del Cristo de Mirabel, momento en el que los tesoros que se ocultan entre sus muros pueden ser disfrutados por los visitantes.
El Valle del Infierno y el de Valdegracia rodean por dos de sus flancos este palacio enclavado en las cercanías de Guadalupe, apenas a 10 km en coche o a 5,5 km si se prefiere ir andando, por un recorrido frondoso y lleno de vegetación.
Sus orígenes hay que buscarlos en un antiguo y pequeño monasterio en el que pernoctaron los Reyes Católicos en una de las peregrinaciones de la reina al santuario de Guadalupe. A partir de ese momento, la granja-monasterio fue sometida a sucesivas remodelaciones y ampliaciones que la convirtieron en una casa palacio. En manos de los jerónimos del Real Monasterio, se convirtió en el lugar de descanso de los nobles que visitaban la zona. En 1504 allí murió Juan de Zúñiga, último Gran Maestre de la Orden de Alcántara. Con la desamortización de Mendizábal (1836) pasó a manos privadas.
El recinto principal del palacio se encuentra amurallado y en el interior de la fortificación crecen jardines moriscos con la presencia constante del agua en diversas fuentes. Entre ellas destaca la llamada ‘fuente del frío’, manantial de agua que vierte en un estanque junto al que reposa un verraco vetón. Especialmente llamativas son su fachada mudéjar y el claustro.