32-EL PALACIO GRANJA DE MIRABEL

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En las estribaciones de La Villuerca, situada entre dos valles y rodeada de frondosos bosques de castaño, se encuentra la Granja de Mirabel, una casa palacio elegida por los Reyes Católicos para su descanso y el de sus hijos. Cervantes, Alfonso XII o Miguel de Unamuno son algunos de los huéspedes célebres de este bucólico enclave, que fue declarado en 1931 Monumento Histórico Artístico. Actualmente solo es posible visitar su capilla el 3 de mayo, con motivo de la romería del Cristo de Mirabel, momento en el que los tesoros que se ocultan entre sus muros pueden ser disfrutados por los visitantes.

El Valle del Infierno y el de Valdegracia rodean por dos de sus flancos este palacio enclavado en las cercanías de Guadalupe, apenas a 10 km en coche o a 5,5 km si se prefiere ir andando, por un recorrido frondoso y lleno de vegetación.

Sus orígenes hay que buscarlos en un antiguo y pequeño monasterio en el que pernoctaron los Reyes Católicos en una de las peregrinaciones de la reina al santuario de Guadalupe. A partir de ese momento, la granja-monasterio fue sometida a sucesivas remodelaciones y ampliaciones que la convirtieron en una casa palacio. En manos de los jerónimos del Real Monasterio, se convirtió en el lugar de descanso de los nobles que visitaban la zona. En 1504 allí murió Juan de Zúñiga, último Gran Maestre de la Orden de Alcántara. Con la desamortización de Mendizábal (1836) pasó a manos privadas.

El recinto principal del palacio se encuentra amurallado y en el interior de la fortificación crecen jardines moriscos con la presencia constante del agua en diversas fuentes. Entre ellas destaca la llamada ‘fuente del frío’, manantial de agua que vierte en un estanque junto al que reposa un verraco vetón. Especialmente llamativas son su fachada mudéjar y el claustro.

La construcción con más protagonismo del conjunto es la capilla de la Magdalena, del siglo XV. De planta rectangular, con arco toral (habitualmente uno de los cuatro arcos que suelen sostener una bóveda o una cúpula) apuntado, la capilla conserva pinturas flamencas al fresco en varias de sus paredes. Representan escenas bíblicas, destacando la Virgen con el niño central. Se trata del conjunto de pinturas góticas al fresco más importante de toda Extremadura. Otro de los elementos interesantes de esta capilla es el presbiterio donde encontramos un magnífico artesonado policromado. El retablo de la Magdalena – obra de Pedro de Roza- y un lienzo de la Virgen de Guadalupe, son otros de los atractivos de este templo.

Justo al lado de la anterior está la capilla del Cristo de Mirabel, también con planta rectangular y presbiterio en forma de cruz griega. En su interior alberga un retablo barroco con un lienzo del descendimiento, obra de un discípulo de Rubens. En el mismo retablo se encuentra el Cristo yaciente, imagen venerada en la zona desde antiguo. Un niño Jesús barroco o una imagen protogótica de Santiago son otras importantes obras de arte de este templo. La factoría mudéjar es evidente en todo el edificio, mezclándose con las influencias barrocas y flamencas que han ido dando personalidad al lugar a lo largo del tiempo. Todo ello ha hecho que fuera declarado Bien de Interés Cultural (BIC) y Monumento Nacional.

Para visitarlo hay que hacerlo el tres de mayo, único día del año en el que el recinto está abierto al público. En esa fecha se celebra la romería de la Cruz, en la que se realiza una procesión a caballo desde Guadalupe y se abren las puertas del palacio.

Pero, sin duda, además de los tesoros artísticos que acumula en su interior, otro de los grandes atractivos del enclave es su entorno. La naturaleza agreste que rodea el recinto, probablemente ya llamó la atención de los monarcas que eligieron Mirabel como remanso de paz. Aún hoy, las inmediaciones de la Granja de Mirabel constituyen un marco idóneo para disfrutar de los bosques del Geoparque Mundial de la UNESCO Villuercas-Ibores-Jara. En sus encajonados valles se pueden encontrar especies de árboles relictos (vestigios en áreas reducidas de variedades que en otro momento ocuparon extensiones más amplias), como el loro, Prunus lusitanica.

Así describe Miguel de Unamuno, en su obra Por tierras de Portugal y España, la abundancia vegetal de la zona: «Subimos a Mirabel, dependencia del monasterio, y bajamos de allí por medio de uno de los más espesos y frondosos bosques de que en mi vida he gozado. Jamás vi castaños más gigantescos y más tupidos. Y nogales, álamos, alcornoques, robles, quejigos, encinas, fresnos, almendros, alisos junto al regato, y todo ello embalsamado por el olor de perfumadas matas». Son varias de las rutas de acceso a Guadalupe las que pasan por las inmediaciones de Mirabel, como la llamada de las Ermitas o la de Isabel la Católica.