26-ARQUITECTURA VERNÁCULA DE LA JARA

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Dentro del territorio del Geoparque Mundial de la UNESCO Villuercas-Ibores-Jara, La Jara ha sabido conservar a lo largo del tiempo una arquitectura vernácula y popular con una inconfundible personalidad. Aún hoy es posible encontrar algunos buenos ejemplos de un modo genuino de concebir la arquitectura, situado a medio camino entre Castilla y Extremadura y con el influjo cercano de León.

Los pueblos de La Jara se reparten entre las provincias de Toledo, Ciudad Real y Cáceres. De esta última forman parte Carrascalejo, Garvín, Navatrasierra, Peraleda de San Román, Valdelacasa de Tajo y Villar del Pedroso. Conforman la llamada Jara cacereña y está situada en la parte más nororiental del Geoparque Mundial de la UNESCO Villuercas-Ibores-Jara. Su peculiar situación, unida secularmente a la provincia de Toledo y a la ciudad de Talavera de la Reina, ha conformado un territorio que, independientemente de los límites administrativos, posee una personalidad específica. Y una de las manifestaciones en las que se refleja con mayor claridad la identidad de un pueblo es en su arquitectura.

La arquitectura popular de la Jara extremeña podría dividirse en dos tipos: la no vinculada a los núcleos de población y la que sí lo está. En el primer caso nos encontramos construcciones rústicas ubicadas en el campo, como elementos propios de una sociedad que dependía de la agricultura y la ganadería. Algunos ejemplos son las zahúrdas, chozos de pastores o paredes de piedra seca, edificaciones comunes de todo el suroeste ibérico y que representan los modelos constructivos más primitivos y elementales.

En estos chozos y zahúrdas era común el uso de la falsa bóveda, una de las soluciones más arcaicas a la vez que funcionales. Se realizaban con los materiales existentes en el lugar y normalmente su fábrica se encomendaba a personas no necesariamente especializadas. Con la misma estructura que las paredes de piedra, aunque con forma circular, encontramos las majadas -destinadas a proteger los rebaños del lobo durante la noche- y, mucho menos frecuentes, las ‘posadas de colmenas’. Estas últimas son unas curiosas construcciones destinadas a albergar colmenas al resguardo de los osos que, hasta hace unos siglos, habitaban las zonas más serranas.

A medio camino entre el chozo propiamente dicho y la vivienda como tal, encontramos las llamadas ‘cocinillas’ o ‘casillas’. Son modestas construcciones dotadas con alacenas y chimeneas, que servían de hogar a quienes tenían que permanecer largas temporadas lejos del pueblo, ya fuese en las labores de la era, en los olivares o en las zonas de pastoreo. El segundo ámbito de la arquitectura tradicional de La Jara se encuentra en los pueblos. Construcciones recias y austeras, con carácter funcional, y con escasas concesiones a la ornamentación. Para su construcción se aprovechaban los materiales de la zona, ya fuesen granito o pizarra, acompañados de vigas de madera y teja árabe.

Habitualmente se trata de casas de una planta y más raramente de dos, siendo la parte alta usada como desván y despensa. Normalmente los muros se muestran sin enfoscar, lo que permite apreciar la fábrica de mampuesto de piedra, a excepción del revoque que se aplicaba alrededor de las entradas. Los muros suelen hallarse reforzados con bloques de cantería en las esquinas que, junto con los dinteles de puertas y ventanas y el umbral de la entrada, solían ser las únicas piezas labradas. Muchas de las casas tenías asociadas estructuras de corrales o graneros en las que se almacenaba parte de la cosecha, se criaban animales domésticos y se daba cobijo a las bestias. El paso del tiempo, el abandono del campo y los cambios en la fisonomía urbana de los pueblos ha convertido estos elementos de inestimable valor patrimonial en reliquias del pasado. Pero, aún hoy, paseando por cualquiera de los pueblos de La Jara cacereña, es posible descubrir ejemplos de la arquitectura vernácula.