En varios pueblos del Geoparque Mundial de la UNESCO Villuercas-Ibores-Jara, como Logrosán, Deleitosa o Cabañas del Castillo, aún se conservan un tipo muy particular de monumentos que nos trasladan a una época en la que la ejecución de las leyes podía adquirir tintes macabros. La sola presencia de un rollo o picota (columna generalmente de piedra rematada por una cruz o una bola) a la entrada de una villa podía ser interpretada como una advertencia o un mensaje de persuasión a quienes osasen infringir las leyes del señorío.
Entre los siglos XIV y XVII comenzaron a erigirse por todos los reinos hispanos rollos y picotas. Estas columnas de piedra ornamentadas estaban destinadas a exhibir a los reos condenados al escarnio público- amarrados durante el tiempo que durase la condena, así como los cuerpos o cabezas de los ajusticiados por la autoridad civil. Además de su función ejemplarizante poseían el papel de símbolos del poder señorial. En aquella época las villas podían ser de realengo (dependiendo jurídicamente del rey) o de señorío (cuando el poder estaba delegado en un noble). El símbolo de esa jurisdicción señorial lo constituía el rollo. Por ello, a menudo eran decorados con el escudo heráldico del señor de la villa. En ocasiones, se han diferenciado los conceptos de rollo y picota, siendo el primero destinado a simbolizar el poderío señorial y la segunda a la ejecución material de las condenas.
Cuando las Cortes de Cádiz suprimen los privilegios de los nobles sobre sus poblaciones, se ordena la demolición de todos los rollos y picotas, al considerarlos símbolos de vasallaje.