Esta ermita alberga a la patrona del pueblo, la Virgen de Belén. La encontramos a unos tres kilómetros del casco urbano, a la vera del río Ruecas, rodeado de farallones cuarcíticos, que hace de paso natural en el camino a Guadalupe. Entre sus muros y en las pinturas que decoran su ábside, se han ido mezclando con el paso de los siglos los estilos mudéjar, barroco y rococó, dando lugar a una inédita imagen. Se trata de un templo singular que, a su valor histórico, artístico y patrimonial, suma el valor de su entorno excepcional.
Esta pequeña ermita mudéjar está situada en el camino que conduce al Real Monasterio de Guadalupe, poco antes de la cuesta del Puerto Llano, en el llamado valle de Belén.
El templo muestra alguna ampliación sobre la construcción original y consta de una sola nave rectangular y de un curioso ábside hexagonal.
Toda la construcción exterior es de piedra, excepto las aristas del ábside y sus ventanas, que están construidas en ladrillo. Ello aporta al conjunto un aspecto austero y sobrio.
La nave que ocupa todo el interior está formada por una sucesión de arcos de ladrillo que arrancan desde el suelo y que sustentan la bóveda de cañón corrido. Todo el interior presenta un pulcro blanqueado, excepto el último tramo de la bóveda y la zona de la cabecera, en los que podemos ver una profusa ornamentación. En esta última, la cabecera, se concentra un excepcional conjunto de frescos barrocos del siglo XVII, en los que destacan elementos astrales como el sol o la luna, así como diversas ornamentaciones vegetales, decoraciones basadas en hojas de acanto o alegorías como la del Árbol de la Vida.