Los megalitos son construcciones monumentales hechas con grandes piedras, de ahí su nombre. En el Geoparque Mundial de la UNESCO Villuercas-Ibores-Jara los dólmenes son una buena muestra de ellos, destacando entre otros el de Deleitosa y el de la Coraja en Aldeacentenera. Estos vestigios son los rastros más perdurables de un sistema de creencias y de organización social que se origina entre el cuarto y tercer milenio antes de Cristo, que todavía hoy encierra grandes enigmas para la ciencia. Estas construcciones de piedra salpican buena parte de Europa, adquiriendo una especial relevancia en el suroeste de la Península.
Durante el Neolítico y el Calcolítico, en el actual territorio de Extremadura, se produjo una importante expansión del poblamiento del territorio por parte de las comunidades humanas. Este estuvo relacionado con el aumento de la producción agrícola y de excedentes de alimento y con el consiguiente aumento demográfico. Todo indica que el aprovechamiento del paisaje obedecía a un sistema agrícola, ganadero y silvícola y, según arroja la evidencia arqueológica, el paisaje en el que moraban aquellas antiguas sociedades no debía de ser muy distinto del de las dehesas extremeñas que hoy conocemos, alternado con cultivos de cereales.
El avance en el uso del territorio durante la irrupción del Neolítico trajo consigo una sociedad más compleja, desconocida hasta entonces. Las comunidades nómadas de cazadores recolectores, que habitaron anteriormente el lugar, fueron sustituidas por otras de agricultores y ganaderos sedentarios. Esta cultura construyó dólmenes e irguió menhires durante más de un milenio, de los cuales se conocen actualmente unos trescientos en Extremadura.