Las magnesitas se localizan en el anticlinal del Ibor, dentro del Grupo Ibor, de edad Ediacárico superior. La bóveda del posible anticlinal o anticlinorio hercínico desapareció por erosión, dejando hoy en superficie los materiales más antiguos del zócalo, depositados durante el periodo Ediacárico (635-541 Ma) y plegados durante la orogenia Cadomiense.
El Grupo Ibor incluye una gran diversidad de rocas sedimentarias detríticas (lutitas, areniscas arcósicas, grauvacas y conglomerados) y de precipitación química (niveles de carbonatos discontinuos que pueden alcanzar más de 100 metros de potencia). Todos estos sedimentos se depositaron en un medio de plataforma mixta (siliciclástica y carbonatada).
El rasgo más notable es la presencia en los niveles carbonatados de Cloudina, uno de los primeros metazoos que segregaron un exoesqueleto calcáreo. Junto a Sinotubulites, Namacalathus y otros fósiles esqueléticos de finales del Ediacárico, son los precursores de la biomineralización generalizada que se produjo en los animales a principios del Cámbrico, favoreciendo nuevas estrategia de alimentación y defensa que permitieron la colonización de nuevos ambientes. Sin duda, el origen de los esqueletos dio lugar a una fuerte expansión de la fauna marina que se ha recogido en el registro fósil como un gran evento de la evolución conocido como “la explosión biótica del Cámbrico”.
Los estratos carbonatados del grupo Ibor incluyen calizas que en muchas áreas presentan procesos de intensa dolomitización diagenética. Estos procesos son muy importantes en el área de Navalvillar y Castañar de Ibor.
En Navalvillar de Ibor estos carbonatos son sobre todo dolomías, una roca calcárea compuesta por carbonatos cálcico-magnésicos, CaMg(CO3)2. En esta zona encontramos que el calcio de las dolomías ha sido prácticamente reemplazado por magnesio originando magnesitas. Las magnesitas están formadas por el mineral denominado magnesita (CO3Mg), es decir, exclusivamente carbonato de magnesio.